Hace poco circulaba un vídeo por las redes sociales. Se trataba de una cámara oculta en la que elegían a tres chicos arbitrariamente por la calle y les invitaban a someterse a una sesión con un vidente. Los tres eran bastante escépticos con el tema, pero, por probar y divertirse que no quedara. Cuando observaron cómo la vidente era capaz de adivinar a través de su energía numerosos aspectos de su vida, cosas que eran realmente muy personales, se quedaron lívidos. ¿Cómo podía ser? Pues era porque ni el vidente era vidente, ni ellos habían sido seleccionados en la calle arbitrariamente. Toda esa información había sido extraída de los diferentes perfiles en redes sociales de cada joven. Da miedo, ¿verdad?
Las nuevas tecnologías, el peligro del progreso, el alma humana, los límites de la televisión y la moral… todos son temas de ‘Black Mirror’, la serie creada por Charlie Brooker, que hace dos años supuso un soplo de aire fresco para la crítica y para el público. El canal español TNT acaba de estrenar su segunda temporada, ya emitida en Reino Unido. Los peligros del alma humana crecen a la misma velocidad que lo está haciendo el progreso tecnológico. Ésos son los dos factores principales de los que partía el concepto ‘Black Mirror’: tres capítulos autoconclusivos por temporada con diferentes historias y actores distintos. Exactamente la misma fórmula que se repite en la segunda temporada.
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